El Espíritu que nos hace apóstoles
Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés, aquel día en que
el Espíritu Santo bajó sobre la Virgen María y sobre los apóstoles, estando
todos reunidos “con un mismo objetivo”, como lo menciona el libro de los Hechos
de los Apóstoles. Probablemente te suena a un acontecimiento cronológicamente y
espiritualmente lejano, sin embargo, la fiesta de Pentecostés es actual y viva.
El relato que nos cuenta el libro de los Hechos, del
Espíritu Santo descendiendo sobre la Iglesia naciente, es tu historia y la mía,
la historia de nuestra Iglesia. Pero, ¿quién es el Espíritu Santo y de qué modo
se sigue haciendo presente en nuestras vidas? ¿Cuántas veces repetimos en el
credo “creo en el Espíritu Santo”, sin saber quién es realmente?
En la homilía de Pentecostés del 2013, el Papa Francisco se
refirió al Espíritu Santo como “el desconocido de nuestra fe”, y es que muchos
cristianos católicos viven sin identificar su acción en la Iglesia, tan sólo lo
reconocen por como lo representan en la Biblia. Empecemos por decir que el Espíritu
Santo es una Persona divina, una de las Personas de la Santísima Trinidad y,
por lo tanto, lo adoramos de la misma manera que al Padre y al Hijo.
En la Biblia, el Espíritu Santo recibe varios nombres: en
el Evangelio de San Juan (14,16-17) Jesús se refiere a Él como “Paráclito” (es
decir, consolador), y como “Espíritu de la Verdad”. Más adelante, San Pablo se
refiere a Él como un abogado que intercede por nosotros (Rom 8,26), el que nos
ayuda en nuestra santificación (Gal 5,22-23), entre otros nombres.
En palabras concretas, el Espíritu Santo es la Persona que
nos mueve interiormente y nos ayuda a dar frutos de santidad para estar en
plena unión con Dios. Jesús vino a sembrar la fe y la santidad y nos dejó al
Espíritu Santo para ayudarnos a que esa semilla crezca, dé fruto y se comparta;
está presente para guiar y seguir conduciendo a la Iglesia hacia el encuentro
con Dios. De manera muy atinada, el Espíritu Santo es representado como fuego, ya
que es esa llama interna que sentimos a medida que más conocemos a Dios y la que
nos hace seguirlo y servirlo.
Además, como bien menciona el Evangelio de Lucas (12,12), el
Espíritu Santo es quien inspira nuestros pensamientos, palabras y acciones,
siempre que se lo pidamos y cuando vivimos conforme a la fe. Esta acción en
particular es muy especial, ya que el Espíritu nos ayuda a que nuestros
sentimientos sean conforme a los de Jesús, ya que limpia el alma y la hace
semejante a Aquel que la ha concedido. Por ello, es importante que todos los
días, al despertar, le pidas al Espíritu Santo que sea Él quien inspire tus
pensamientos, tus palabras y tus acciones del día.
Como menciona San Pablo en la carta a los Romanos (8,26-27),
el Espíritu Santo “intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que
escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su
intercesión a favor de los santos es según Dios”. Así, Dios Espíritu es el que
ora por nosotros y dentro de nosotros, es quien nos guía y quien presenta
nuestras oraciones a Dios Padre. Es por esto que el Espíritu nos ayuda a
moldearnos y a alcanzar las virtudes propicias para estar en gracia. Pedir Su
guía y presencia es indispensable en la oración de todo católico.
Ahora bien, retomando el tema de Pentecostés, un aspecto
que vale la pena destacar es que la narración de los Hechos nos cuenta cómo
sucedió la venida del Espíritu Santo sobre los que estaban reunidos, y subrayo
el hecho de que, inmediatamente después de recibir al Espíritu Santo, Pedro
tomó la palabra y empezó a proclamar la Palabra de Dios. En su discurso,
Pedro citó a los profetas que anunciaban ya la llegada del Mesías y declaró que
“Dios constituyó Señor y Mesías a Jesús”, lo cual podemos tomarlo como una de
las primeras profesiones de fe.
El punto de lo mencionado anteriormente es que, una vez
recibido el Espíritu Santo, Pedro se puso enseguida a proclamar la fe. Esta es la
tarea de TODOS los católicos, ya que, desde nuestro Bautismo, recibimos también
al Espíritu Santo y, en el sacramento de la Confirmación, participamos de la
misión de los apóstoles para continuar la misión de Jesús. La Palabra nos
cuenta que los que escucharon las palabras de Pedro fueron bautizados y que se
unieron a la fe “unas tres mil personas”. Probablemente no tengas que igualar esa
cantidad, pero a lo que sí estás llamado es a proclamar el evangelio con ese
entusiasmo de los apóstoles y con la seguridad de que el Espíritu Santo está
dentro de ti y que actúa en ti.
No por estar en plena pandemia significa que
no puedes compartir la fe, porque actualmente contamos con muchas herramientas
para poder hacerlo. Estamos llamados a compartir la fe y a anunciar a
Jesús desde lo que sabemos y tenemos posibilidad de hacer, ya sea compartir
publicaciones o temas de fe, grabarnos para compartir alguna reflexión,
escribir, cantar, plasmar la propia creatividad en el dibujo para evangelizar,
escuchar a otras personas y darles consejo, etc. Hay muchas cosas que podemos hacer para ser apóstoles.
Como bautizado, tienes la capacidad y la bella responsabilidad de compartir la fe, aun desde casa. Si eres un laico profesionista o en formación, sería interesante que pudieras poner en práctica tu profesión y estudio y hacer un nuevo apostolado. Nosotros estamos en pandemia, mas no la fe.
Como bautizado, tienes la capacidad y la bella responsabilidad de compartir la fe, aun desde casa. Si eres un laico profesionista o en formación, sería interesante que pudieras poner en práctica tu profesión y estudio y hacer un nuevo apostolado. Nosotros estamos en pandemia, mas no la fe.
También es éste un buen tiempo para prepararte y seguir
creciendo en la fe, hay muchas páginas católicas que ofrecen cursos y/o
material gratuito para que puedas continuar tu formación. Incluso puedes descargar algún
libro de fe y después compartir el contenido o tal vez hasta preparar algún
curso. Instrumentos y recursos hay, lo que hace falta es una sincera disposición
y permitir que el Espíritu Santo actúe dentro de ti, porque tú eres parte de
los bautizados llamados a ser apóstoles.
Esto es lo que celebramos y recordamos en Pentecostés, la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y dentro de ti, porque Él se mueve personalmente en tu vida, no es un ser lejano o desconocido, es el mismo Espíritu de Dios que llenó el corazón de los primeros cristianos aquel día.
Pentecostés no es un acontecimiento del pasado, porque aún hoy, dos mil años después, el Espíritu Santo sigue actuando y guiando a su Iglesia y a cada bautizado. Recuerda que el Espíritu Santo es como fuego que te impulsa a seguir los pasos de Jesús, depende de ti que esa llama permanezca encendida en tu interior, porque sin fuego no hay luz, pero si tu luz permanece encendida, podrás alumbar a más personas.
Pentecostés no es un acontecimiento del pasado, porque aún hoy, dos mil años después, el Espíritu Santo sigue actuando y guiando a su Iglesia y a cada bautizado. Recuerda que el Espíritu Santo es como fuego que te impulsa a seguir los pasos de Jesús, depende de ti que esa llama permanezca encendida en tu interior, porque sin fuego no hay luz, pero si tu luz permanece encendida, podrás alumbar a más personas.
“Y yo
pediré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté con ustedes para
siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no
le ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque mora con ustedes”.
- Juan 14,16-17
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