Silencio de cuarentena
Después de varias semanas, es normal que ya hayas perdido la cuenta de cuántos días hemos permanecido encerrados, sin poder salir con los amigos, sin viajes, sin visitas, sin poder ir al cine o a conciertos. Seguro has visto que más de una persona se ha quejado por el aburrimiento del encierro y que trata a toda costa de buscar distracciones en casa. En lo personal, me llama mucho la atención ver que varios jóvenes católicos se desesperan por no encontrar qué hacer y por no tener mucho contacto con las personas. Es por ello que quisiera compartirte una reflexión sobre una cosa que es muy necesaria en estos tiempos de cuarentena —e incluso desde antes— algo muy importante en nuestro día a día y que se ha descuidado bastante: el silencio.
A diferencia de lo que se pueda pensar, el silencio no sólo
es ausencia de voces y de ruido, sino que tiene un significado mucho más
profundo, pues abarca también atención, concentración y reflexión. Es común que
actualmente se le otorgue un sentido negativo al silencio, porque es una
palabra que a veces se desgasta y se usa como una forma de reprensión. Sin embargo,
el silencio es una virtud, y como tal, debe trabajarse para que pueda
convertirse en hábito.
El silencio es buscar un lugar propicio y disponerse para reflexionar, poner atención
y concentrarse, es callar para dejar que Dios sea el que hable, en oración. En
el silencio, el corazón se dispone a escuchar la voz de Dios, que no habla
precisamente con voz fuerte, sino con pensamientos, oraciones inspiradas y,
sobre todo, con los frutos del silencio, como la paz. Pero no debe pensarse en
una paz llena de pasividad, sino una paz activa, que nos lleva a querer buscar
y a conocer más a Dios, lo cual, a su vez, nos lleva y nos mueve a la acción.
No obstante, es importante que primero busques silenciar el ruido de fuera. A
partir del silencio se desarrolla la contemplación, la paz y la tranquilidad,
es por ello que es fundamental para estar en presencia de Dios. Un corazón
distraído y que busca evitar su realidad, difícilmente puede concentrarse y
hacer silencio para encontrarse con Dios.
Hoy en día se nos ofrecen tantas cosas para evitar el
aburrimiento, ¿por qué no buscar ahora la tranquilidad para poder encontrarnos
con Dios? Pareciera imposible encontrar el silencio en medio de tantas
distracciones como las redes sociales, las películas y series online, la música
a todo volumen, las llamadas con los amigos y una larga lista de cosas más. ¿Alguna
vez has notado que cada vez se te hace más difícil callar todo rumor y
distracción? ¿No será que en el fondo temes encontrarte contigo mismo y con
Dios?
Cuando estamos en silencio, sólo nos quedan nuestros
pensamientos, que pueden estar saturados de emociones y sensaciones, muchas veces
negativas, y por impulso se buscan evitar los momentos de tranquilidad. Incluso
las personas que más hablan y las que parecen más extrovertidas, también pueden
ser aquellas a las que les cueste más trabajo estar en silencio. Y es que normalmente
estamos tan alienados que muchas personas evaden el silencio y el encuentro con
Dios para evitar confrontarse consigo mismas y con las propias luchas, porque
en el silencio no hay ninguna voz ni ruido que pueda “defenderlas” del
encuentro.
Si alguna vez has sentido que te cuesta trabajo enfrentarte
a ti mismo y a tu realidad, no olvides que Dios ilumina cualquier inseguridad,
miedo, depresión, enojo, y lo convierte en algo nuevo, si realmente tienes la disposición
de que eso suceda. No temas hacer silencio, abrir tu corazón y encontrarte con
Jesús, porque te aseguro que experimentarás una paz que nada ni nadie más en el
mundo te puede dar.
En el camino de la fe suelen haber varios cuestionamientos,
entre ellos cuando dicen: “¿Cómo hago para escuchar la voz de Dios?, ¿por qué
nunca responde?”. Las respuestas, por más simple que parezca, podrían
encontrarse en el silencio. Cuando atraviesas alguna dificultad, podrías pensar
que Dios tendría que manifestarse en medio del caos, como una voz resonante que
clarifique enseguida esa situación complicada. Sin embargo, Dios suele
manifestarse en el silencio, no porque no pueda hacerlo de un modo glorioso
(que también sucede), sino porque en ocasiones quiere que tú aprendas a ser
paciente y a callar para poder escuchar.
En el capítulo 19, del primer libro de los Reyes (vv. 9-13),
el profeta Elías se encuentra perseguido por los israelitas y busca ardientemente
encontrarse con Dios. La Escritura relata:
“’Sal y quédate de pie ante mí en la montaña. ¡El Señor va
a pasar!’ Pasó primero un viento fuerte e impetuoso, que hacía temblar las montañas
y quebraba las peñas, pero el Señor no estaba en el viento. Al viento siguió un
terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Al terremoto siguió un
fuego, pero el Señor no estaba en el fuego. Al fuego siguió una suave brisa.
Elías, al oírla, se cubrió el rostro con su manto y, saliendo afuera, se quedó de
pie a la entrada de la gruta”.
Este pasaje en especial nos cuenta la tristeza que inundaba
el corazón de Elías y cómo encontró al Señor, no en el ruido, ni en un
terremoto, ni en el fuego, como se llegaba a manifestar, sino en una suave brisa,
es decir, en el silencio. Muchas veces buscamos a Dios en el murmullo, o, al
contrario, lo evitamos con el propio ruido interior, pero Él se manifiesta, muchas
veces, en lo más sencillo, en lo cotidiano y en el silencio. Otro ejemplo lo
encontramos en la Virgen María, quien “conservaba todos esos recuerdos y los
meditaba en su corazón” (Lc, 2,19), en silencio. Aquí radica la importancia de
alcanzar esta virtud.
Ciertamente no es fácil estar en silencio para quien no
está habituado a llevarlo a cabo. Si eres una persona que no acostumbra el
silencio, no te sientas mal, porque todos podemos tener la capacidad de
practicarlo, pero lo que se necesita es que tengas la disposición de hacerlo. Cuando
tienes que presentar algún examen importante y para prepararte en tus estudios,
tratas de hacer silencio para estudiar, poner atención y procurar sacar los
mejores resultados. ¿Por qué no hacer lo mismo con nuestra oración? Busca un lugar
y un momento propicio para que puedas pensar y estar en paz, que te inspire a entablar
un diálogo interior con Dios; recuerda que Él conoce tu corazón mejor de lo que
tú mismo lo conoces, así que no temas ni dudes en poner tu sentir y tu realidad
en Sus manos.
La cuarentena es un tiempo propicio para descubrir la
belleza del silencio, busca el lado positivo del encierro y no te desesperes
por no poder salir ni hacer muchas cosas, mejor, da gracias a Dios porque tienes
la oportunidad de encontrarte con Él a diario. Sé que el desánimo y el vacío a
veces impiden ver con claridad y que inconscientemente buscas el ruido para
callar la voz de Dios, pero sabes que, en el fondo, tu corazón anhela el
encuentro con Él, porque es el único que puede ser tu paz. En medio del ruido
del mundo, tú puedes, como el profeta Elías, encontrar al Señor en la suave
brisa del silencio.
Gracias. Comparto esas ideas, el silencio debe ser parte de nuestra vida. El silencio no solo es ausencia de ruido, el silencio lleva a interiorizar y es ahí donde nos encontramos con nosotros mismos y, por ende, con Dios. ¡Saludos!
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