Una fe ¿en cuarentena?



Han pasado ya algunos meses desde el cierre de negocios, lugares públicos y nuestras queridas Iglesias. Desde que esto pasó, afortunadamente no ha faltado medio virtual para que los fieles podamos, al menos, ver la transmisión de las Misas, oraciones, eventos, prédicas, etc. Sin embargo, existe el riesgo de perder, por un momento, el sentido real de la fe, sobre todo quien tiene dificultad en ser constante con la vida espiritual. Por eso es un buen momento para preguntar: ¿Cómo se ha mantenido tu fe en todo este tiempo? ¿Tu oración es igual de constante o lo ha sido menos? Al no poder asistir a Misa, ¿te tomas el tiempo para leer la Biblia y las lecturas del día? ¿Qué tanto procuras mantenerte en comunión con Dios? Probablemente habrá que trabajar en más de una cosa. 

Además de seguir con el rezo de Rosarios, lecturas espirituales y las oraciones personales, podemos hacer actos de contrición bien hechos y comuniones espirituales. Sin dejar de hacer lo anterior, es muy importante que tengamos presente que nuestra fe es espiritual, comunitaria y viva, no virtual. Muy atinadamente, en su homilía del pasado 17 de abril, el Papa Francisco mencionó que la Iglesia corre el riesgo de ser “viralizada”, y es que, después de varias semanas sin poder asistir y participar presencialmente de los sacramentos, la fe y lo sagrado de éstos pueden ser desvirtualizados si no llevamos una vida espiritual constante y disciplinada. 

Como católicos, sabemos que hay muchas personas que van a Misa sólo por cumplir, creyentes poco evangelizados cuya fe se puede ver aún más vulnerable en este tiempo. Incluso varios creyentes podrían pensar que la Eucaristía no es algo tan fundamental en sus vidas y que pueden dejar de ir cuando se presente cualquier mínimo inconveniente, aun cuando las Iglesias estén ya abiertas de nuevo. Es esa actitud de apatía e indiferencia la que se debe evitar a toda costa para que no aparezca eso que hace tanto daño a la Iglesia actualmente: la tibieza.  

Ciertamente, la llamada “aridez” espiritual es algo común que incluso los santos han padecido, pero, como menciona el P. Pablo García Macho, en el Diario Espiritual de San Pablo de la Cruz, “Una cosa es la aridez que nace de la tibieza y otra muy distinta la que Dios mismo ordena o permite para el mayor provecho espiritual del alma”. Por ello, es importante que evalúes tu vida espiritual para evitar caer en la tibieza, o salir de ella si es que te ha alcanzado; de ser así, no te angusties, es bueno que lo reconozcas para que identifiques qué es en lo que estás fallando y corregirlo.  

Mucho se puede hablar de la tibieza, y en distintos contextos, ya que tristemente está ya muy impregnada en nuestra Iglesia, por lo que depende de cada uno evitarla y permanecer firmes y constantes en la fe. No dejes que esa tibieza e indiferencia ofusquen tu espiritualidad. Puede parecer muy “conveniente” ver la transmisión de la Misa desde casa, sentado en un cómodo sillón, pero ten siempre presente que lo que estás viendo es lo más sagrado que tenemos los católicos y que no puede ser equiparado a un mero espectáculo o programa de televisión.  

Algo que te puede ayudar a no perder el sentido y significado de la Eucaristía es leer artículos, libros o documentos que profundicen en el tema. Esto, para que no se apague dentro de ti esa llama y ese anhelo de recibir a Jesús espiritualmente y sacramentalmente. Si lees, por ejemplo, “Sacramentum Caritatis” (de Benedicto XVI), “La Cena del Cordero: la Misa, el cielo en la tierra” (de Scott Hahn), entre muchos otros, seguramente será muy edificante para ti y te ayudará a renovar tu fe y tu amor hacia la Eucaristía. Así, cuando regreses a tu Parroquia y te acerques a comulgar, estarás plenamente consciente de lo que estás recibiendo, o más bien, a Quien estás recibiendo. 

Finalmente, te animo a que valores los recursos que ahora tienes a la mano y más aún, que valores los sacramentos y recurras a ellos con más frecuencia, cuando sea posible hacerlo. El tiempo invertido en oración y lectura espiritual te puede ayudar a vivir con más fervor la Santa Misa, a procurar vestirte adecuadamente, leer anticipadamente las lecturas, poner más atención a ella y a evitar distracciones. Pero antes de que ese momento llegue, es ahora tu oportunidad para fortalecer tu fe y practicar la constancia en tus momentos de oración.  

En este tiempo de pandemia, pide, en unión con las oraciones de toda la Iglesia, que pronto podamos asistir a los sacramentos y que los puedan recibir, principalmente, las personas que estén enfermas o en peligro de muerte. Y recuerda que la misericordia de Dios es más grande que nuestros pecados y que Él conoce las intenciones de tu corazón y, por lo tanto, sabe de tu necesidad, tibieza, aridez o vacío espiritual. Que ningún pretexto, virus ni circunstancia impidan que permanezcas en comunión con Dios. Nuestra fe no está en cuarentena, hay mucho por hacer aunque no puedas salir, ya que el Señor siempre va al encuentro de los que lo buscan de corazón. 

“Rebosen de alegría aunque sea preciso que todavía por algún tiempo 
sean afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada 
de su fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, 
se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación 
De Jesucristo”.  
Pe 1,6-7 

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