Santidad joven

El pasado sábado 10 de octubre celebrábamos con alegría la beatificación de Carlo Acutis, un joven que, desde pequeño, se dejó llevar por el llamado de Dios hasta alcanzar una vida virtuosa y santa. Si lees con atención la vida del beato Carlo, notarás que la santidad que se le atribuye se justifica en su estilo de vida. Entonces, ¿es posible aspirar y alcanzar una vida en santidad, aun siendo joven? ¿Cómo alcanzar una vida virtuosa en un ambiente tan vacío de Dios? Podrían parecer difíciles de alcanzar las virtudes que caracterizaban a Carlo, sin embargo, debes saber que tú también estás llamado a la santidad desde tu juventud; y no sólo eso, sino que es realmente posible vivir o tratar de vivir en la virtud de la fe.

En primer lugar, es necesario aclarar que el Señor no quiere que seas perfecto, porque debido a nuestra limitada capacidad humana, nadie lograría nunca alcanzar un grado tal de perfección. Por lo tanto, tu objetivo no debería tratar de ser perfecto, sino santo. Y ¿qué es la santidad? Querer parecerse a Jesús en los pensamientos, en las palabras y en las acciones. Ciertamente no suena como una tarea fácil, pero tenemos los instrumentos y la guía necesaria para tratar de recorrer este camino.

A través de la Palabra de Dios podemos seguir de cerca el camino de Jesús, paso fundamental para la santidad porque no es posible amar ni entender a quien no se conoce o se conoce poco. Por lo tanto, un primer paso es ser constantes en la lectura de la Palabra que, a su vez, también nos lleva a la oración, pilar de nuestra vida espiritual. Después, tenemos los sacramentos, que son signos visibles y espirituales que nos ayudan a estar cerca de Dios y a permanecer en estado de gracia.

Además, contamos con la ayuda de los santos que, con su vida, nos dan un ejemplo de cómo podemos agradar a Dios en todas nuestras acciones. Siendo así, debes tomar siempre en cuenta que el Señor te llama a la santidad desde tu propia realidad, lo cual significa que no tienes que estar necesariamente en un seminario o en un convento para llevar una vida recta. Es ahí, en la cotidianidad, donde el Señor te da la oportunidad de entregarle tu juventud, ya sea dando tu testimonio de vida en la escuela o en el trabajo, en tu contexto familiar y social, dentro de la Iglesia e incluso en los pasatiempos que más disfrutas.

Ahora bien, recuerda que a pesar de tu historia y de los errores que hayas cometido en el pasado, puedes llegar a ser amigo de Jesús si aprendes a desprenderte de lo que te aleja de Él. En este punto es importante aclarar que un joven que haya llegado a tener, por ejemplo, algún vicio de gravedad, como el alcoholismo, la drogadicción o la pornografía, puede también alcanzar la santidad una vez que haya dejado atrás esos vicios. Esto lo menciono porque a veces puede parecer fácil tratar de manipular a Dios y decir frases como: «a mí Dios me ama como soy», lo cual es verdad. Sin embargo, Dios ama al pecador, mas no al pecado y, por esa misma razón, nos invita a salir de todo aquello que nos hace daño y nos separa de Él.

Sí, somos jóvenes, con mucha energía y propensos a tener varios tropezones en el camino, pero la juventud no es sinónimo de mediocridad, al contrario, deberíamos reflejar una vitalidad auténtica que nos lleve a querer buscar y alcanzar la virtud en todo lo que hagamos. La santidad de Carlo Acutis, por mencionar un ejemplo, no fue consecuencia de su juventud, sino de su entrega a Dios, porque supo ofrecer su vida a Aquel que es la verdadera Vida.

Los jóvenes tenemos una gran energía que, aunque a veces no lo notes, ayuda a revitalizar a la Iglesia, porque ver el testimonio, el servicio y la acción de un joven alegre motiva a seguir avanzando en el camino de fe, a la vez que puede acercar a otros jóvenes. Éstas son las «redes» que debemos lanzar a diario, cada uno, desde el propio contexto. Los medios digitales, por ejemplo, son un instrumento que, si les sabemos sacar provecho, son de gran ayuda para la evangelización. Esto lo sabía muy bien nuestro nuevo y querido beato Carlo, llamado «el ciber apóstol de la Eucaristía».  

En la Iglesia tenemos muchos ejemplos de santos que, aun en la juventud —e incluso en la niñez— y a pesar de las dificultades de la vida, pusieron por encima su amor y entrega a Dios. Este estilo de vida no es inalcanzable si realmente ponemos todo nuestro esfuerzo en ello, ya que la santidad no es un privilegio del cual sólo pueden gozar unos cuántos, más bien, es una llamada universal para todos los cristianos, es la meta de todo creyente porque sabemos que la santidad es la «puerta estrecha», el único camino por el cuál podemos llegar un día a la presencia de Dios.  

Los santos son personas ordinarias que aman a Dios con un amor extraordinario, y fruto de ese amor es el hecho de remar contracorriente, de ser signo de contradicción en un mundo que está cada vez más lejos de Dios, en el que el último objetivo de los jóvenes es conocer a Dios. Estamos en el mundo, pero debemos evitar ser mundanos, antes bien, nuestra misión es ser luz y sal, en el propio contexto, para las personas que nos rodean.

No pienses que por ser joven tienes menos posibilidades de ser santo, ya que tienes la gran oportunidad de convertirte en uno desde ahora, probablemente no un santo de altar conocido por todos, pero sí uno del que el Señor conoce hasta el último cabello. Anímate a entregarle a Dios tu juventud en el servicio y el amor, todos tienen la capacidad de lograrlo por medio de los diferentes talentos que el Señor nos ha dado, y si no sabes cuáles son, no es tarde para que empieces a descubrirlos en oración y en acción.  

Así como Jesús le dijo a aquel hijo fallecido de una viuda: «Joven, a ti te digo: levántate», así también te llama a ti a levantarte desde la realidad en la que te encuentres para que empieces a vivir en la verdad. Pídele a Dios que te ayude a ser constante y fiel; y recuerda que la oración, la lectura de la Palabra y los sacramentos son necesarios para lograrlo.

Tú como joven tienes un papel muy importante en la fe; la Iglesia y el mundo necesitan de tu vitalidad y energía. Como decía Pier Giorgio Frassati (joven beato que murió a la edad de 24 años): «¡Hacia lo alto!». El Señor te llama a hacer cosas grandes en la «pequeñez» de tu juventud. Así, cuando sea el momento, que puedas presentarte ante Dios y decirle: «Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado» (Mt 25,20). 

 «No me olvidéis que santo no es el que no cae, sino el que siempre se levanta, con humildad y con santa tozudez»

-San Josemaría Escrivá

 

Si quieres una motivación extra para tu vida espiritual, te recomiendo leer esta publicación para que conozcas a algunos de los jóvenes beatos y santos que tenemos en la Iglesia. Si aún no tienes santo patrono, es buen momento para que le pidas a uno de ellos que sea tu intercesor y acompañe tu camino de fe.

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