Pescadores de hombres
«Caminaba
Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano
Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: ‘Síganme
y los haré pescadores de hombres’. Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron.
Un poco más adelante, vio a
Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus
redes. Los llamó y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores,
se fueron con Jesús».
En este domingo, el
evangelista nos presenta un pasaje sumamente conocido e importante, pues trata
del primer llamado que Jesús les hace a sus apóstoles. A pesar de la brevedad
del texto, hay detalles relevantes a los cuales no siempre se les da mucha
importancia, sin embargo, los evangelistas son expertos en darnos a conocer al
Señor también con las pequeñas y discretas acciones.
En primer lugar, vemos a Jesús
que camina por la orilla del lago y se encuentra con Simón y con Andrés, que
están echando las redes. Hasta aquí, podemos ver que Jesús es el que sale al
encuentro de sus primeros seguidores, es Él quien se acerca a ellos en su actividad
del día a día, pues no se encontraban en el templo con los doctores de la ley
ni estaban haciendo algo extraordinario. Del mismo modo, Jesús se acerca a nosotros,
caminando a las orillas de nuestra vida hasta que se acerca para llamarnos a cada
uno e invitarnos a seguirlo.
Es ahí, en nuestra
cotidianidad, en donde el Señor nos busca y se nos manifiesta. Muchas veces
pensamos que para seguir a Jesús es necesario hacer cosas extraordinarias y
cumplir con una rígida lista de normas, cuando Él mismo nos muestra que la
sencillez y la humildad son el camino para conocerlo; y esto nos lo recuerda el
evangelista San Mateo: «Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas
a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños». En la Iglesia tenemos muchos
ejemplos de santos en los que estas palabras se hacen vida, por ejemplo, San
Juan Diego, que tuvo el honor de ver a la Madre de Dios, de llevar su mensaje y
de darla a conocer. Bien pudo el Señor encomendarle este mensaje a Fray Juan de
Zumárraga o a algún otro canónigo, pero eligió al más humilde. Es cierto que todos,
siendo pecadores, somos indignos del Señor, pero Él nos ama y nos llama a todos
por igual y nos da la oportunidad de renovar nuestra vida si permanecemos en su
camino.
Hasta antes de ser llamados
por Jesús, Simón y Andrés no lograban concretar su pesca, algo les hacía falta,
pero después del encuentro con Jesús, su pesca se vuelve fructífera: lo que les
faltaba era el Señor. Cuántas veces nosotros «echamos las redes» sin tener mucho éxito, porque
queremos hacer todo con nuestras propias fuerzas, cosa que tarde o temprano termina
por desgastarnos. En el camino de la vida no vamos solos, el Señor nos acompaña
y desea que dejemos que Él nos ayude a pescar. El hecho de «dejar las redes» no significa que debamos abandonar
nuestras responsabilidades o deberes, sino que les demos un sentido diferente y
que, para ello, tengamos a Jesús como punto de partida.
Ahora, una vez que decidimos
seguir a Jesús, nuestra responsabilidad es contribuir a que otras personas
también lo sigan, por eso dice que Él los hará «pescadores de hombres». Al responder el llamado de
Dios, Él nos invita a echar las redes en la orilla de los corazones de los
hombres, ya que es ahí en donde la pesca se vuelve fructífera.
Finalmente, el evangelista nos
dice que Santiago y Juan estaban «remendando
sus redes», pues
seguramente tenían partes rotas que impedían una buena pesca. En nuestra vida,
¿nosotros buscamos también remendar nuestras redes rotas? Cuando tenemos algún
vicio o vivimos con algún vacío en el corazón, es muy común que nos refugiemos
en un vicio diferente o que tratemos de llenar ese vacío con una persona o con
malas decisiones que sólo harán que nuestra red se rompa cada vez más. El único
que puede llenar nuestros vacíos es Dios, ya que no remienda nuestras redes,
sino que las renueva por completo y, si es necesario, nos ayuda a dejarlas.
La reflexión del evangelio de
hoy nos invita a dejarnos encontrar por el Señor y a tener la valentía y
confianza de seguirlo, pues podemos estar plenamente seguros de que nunca nos decepcionará.
No tengamos miedo de dejarnos conducir por Jesús para que nos enseñe a echar
las redes y a pescar, pues (con los apóstoles como testigos) esa decisión vale
la vida entera.
Comentarios
Publicar un comentario