El amor que lleva al servicio

 


Hemos llegado a los días del Triduo Pascual y, en este jueves santo, recordamos varios acontecimientos importantes que se pueden resumir en dos actitudes principales: el amor y el servicio.

Por amor es que tenemos varios motivos para festejar esta semana, y uno en especial es el que conlleva todo el misterio de nuestra fe. Todos tenemos la necesidad de amar y de ser amados porque para eso fuimos creados, pero, en esa necesidad (o a veces necedad), muchas veces nos dejamos impresionar por cosas o personas disfrazadas de amor, pero que en realidad nos provocan sufrimiento y nos quitan la paz. El “amor” mundano, sin Dios, termina siempre por deshacerse porque no tiene fundamentos, no se sostiene de nada más que de las propias fuerzas humanas que al final terminan por desgastarse.

En cambio, el amor auténtico —y para el que fuimos creados— sólo puede estar iluminado por Jesús, porque Él mismo nos enseñó cómo amar, a pesar de que muchas veces su amor es incomprendido y muchas veces no es correspondido. Como Jesús entregó su propia vida por amor a nosotros, podemos decir que la entrega es la que mide qué tanto amamos, qué tanto nos damos a Dios y a los demás. No son sólo las palabras las que demuestran el amor, sino los actos concretos en los que ponemos el corazón.

Aquí es importante recordar que el amor debe ser gratuito, debemos amar al Señor no en función de qué tanto sentimos que nos ayude o escuche nuestras oraciones, debemos amarlo porque Él nos amó primero, y eso es lo que recordamos y vivimos este día. Seguro que nadie de nosotros quiere ser Judas el traidor, sin embargo, todos podemos vernos reflejados en él. Por eso, ante la duda de saber si seríamos capaces de traicionar a Jesús, la pregunta no debería ser “¿acaso soy yo, Maestro?”, sino: ¿qué debo hacer para no ser yo? Si tratáramos de vivir evitando vender a Jesús por treinta monedas nuestro amor sería más auténtico.

Ahora bien, cuando amamos, siempre buscamos el bien del otro, porque el amor auténtico siempre nos lleva al servicio, por eso Jesús lava los pies de sus discípulos, como gesto, precisamente, de humildad y de servicio. Jesús ama y nos enseña a amar por medio de nuestras acciones.

Por amor tenemos la capacidad de ver por nuestros hermanos más necesitados, a los que sufren, porque ellos son reflejo de Dios. Hoy en día sigue habiendo crucificados, sobre todo en estos días tan difíciles a nivel mundial. Y es ahora cuando hay que demostrar que la Iglesia de Cristo sigue los pasos de su Maestro. Es por eso que la acción de Jesús, al lavar los pies a sus discípulos, tiene tanto significado. Además, la limpieza es una parte importante para estar en comunión con Dios, por eso usa el agua como un signo que purifica, en ese momento, a los apóstoles y, más adelante, a su Iglesia con el agua que brota de su costado.

En el tiempo de Jesús, entre los judíos, el que lavaba los pies era el esclavo al Señor, era impensable que fuera al revés. Jesús, entonces, se pone como un siervo, por eso la reacción de Pedro es de sorpresa, sin embargo, más tarde entendió el significado de este gesto y le dio un sentido. En ese momento Jesús da un giro a la idea de deshumanización por parte de muchas personas y les devuelve la dignidad, especialmente a las más pequeñas y vulnerables.

Como Jesús, todos podemos y debemos ser servidores. Sin importar cuánto tiempo llevemos en la Iglesia (porque, muchas veces, el llevar muchos años dentro no siempre es garantía de que se es un buen servidor), si estamos dispuestos a amar, podemos servir, en lo cotidiano y hasta con nuestra misma profesión. En el contexto actual, todos podemos servir por medio de la oración, porque ésta es una de las bases de nuestra vida cristiana. Sin oración no se puede apreciar realmente el sentido de servicio auténtico como nos lo enseñó Jesús. El servicio sin oración se convierte en mero altruismo, sin un sentido auténtico.

Una cosa que siempre será interesante es que los amigos de Jesús no eran perfectos, de hecho, algunos tenían bastantes defectos. Ahí tenemos el ejemplo de los apóstoles, aquellos que alguna vez discutieron sobre quién de ellos sería el más importante; los mismos que, en el huerto de Getsemaní, en ese momento de tanta angustia para Jesús, se quedaron dormidos y no lograron velar junto a su Maestro, por cansancio. Hasta Pedro, que siempre aparece en escena, aunque sus comentarios no siempre eran los más acertados, llegó a ser reprendido fuertemente por Jesús e incluso llegó a negarlo; probablemente este apóstol tenía mal carácter y era impulsivo, pero aun así supo corregir sus errores y debilidades y vivir con intensidad su amor al Señor hasta el punto de dar su propia vida; entendió el sentido del servicio porque su amor a Jesús lo llevó hasta ahí.

Uno de los aspectos que más impresionaba a la gente era que Jesús se juntaba con los excluidos, con los marginados y pecadores, porque Él mismo dijo que venía para llamarlos a ellos. Y en este punto hay que considerar algo importante: Jesús no estaba con ellos para que siguieran en pecado, sino para que se dejaran transformar por el amor que Él les ofrecía, ese amor auténtico que nunca pudieron encontrar en ninguna otra persona, porque era un amor que venía a dar vida, a salvar y a servir.

No es correcto pensar que no puedes servir por no ser un santo, es necesario quitar esa mentalidad porque nadie es demasiado bueno. Lo que sí puedes hacer es cambiar actitudes y hábitos para demostrar tu entrega, para que tu amor te lleve al servicio. Por eso, lo que nos va a diferenciar es que hayamos reconocido nuestros errores y tengamos la disposición de corregirlos y de perseverar. Todos estamos llamados a seguir la misión de Jesús, a todos se nos dio la capacidad de ser misioneros (incluso en medio de una pandemia).

Por lo tanto, recuerda que Jesús nos invita a que, como cristianos católicos, como jóvenes y como Iglesia, pongamos como primera acción el servicio. No podemos ser y llamarnos verdaderos seguidores y discípulos del Maestro sin ser servidores. Aún en este tiempo de encierro es posible compartir con los demás, porque el que ama, busca siempre la manera de servir. 


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