La maternidad como vocación

 


En México, y en otros países del mundo, celebramos hoy el día de las madres y llama la atención que cada vez se escuchan más voces un tanto “feministas”, que reclaman que las mamás también tienen derecho a descansar de serlo e incluso que no siempre deben estar a disposición de su familia. ¿Realmente tenemos una idea de lo que significa ser madre, incluso si no se tienen hijos? ¿O nos hemos dejado contaminar por opiniones contrarias que distorsionan completamente el concepto de maternidad?

Si buscamos el concepto de “madre” seguro encontraremos que la definición principal se refiere a la mujer que da a luz. De aquí se puede partir para tratar de hacer una descripción. Una madre es aquella que da a luz a sus hijos, pero es mucho más, es aquella mujer que da vida, no sólo en el momento del parto, sino durante toda su vida. Ser madre implica involucrar todos los aspectos de la mujer: mente, alma, cuerpo y, sobre todo, corazón.

Cuando una madre guía y ama a sus hijos está haciendo un beneficio a la misma sociedad, ya que se encarga de educar a los hijos en los valores de nuestra fe, lo cual contribuye a que en el mundo haya más familias santas. Además, una buena educación es un semillero de vocaciones.

A propósito de la vocación, es absolutamente necesario aclarar que la maternidad no es un empleo más, no es algo de lo que se pueda “descansar” o que se pueda olvidar por un momento. Ser madre es una vocación, es el llamado de Dios para que las mujeres vivan amando y entregándose a sus hijos y a su familia. A diferencia de lo que muchas mujeres piensan, sobre todo, feministas, las madres no son empleadas ni asalariadas, su maternidad no es un empleo en el cual tengan horarios establecidos para cuidar a sus hijos y que fuera de ese horario no están a disposición de nadie. Si vemos la maternidad de este modo, se convertiría en una “actividad” con condiciones y, peor aún, con un contrato de por medio.

Es un gran error equiparar los sacramentos o las vocaciones con un contrato. Las mujeres que son conscientes de su maternidad atienden y procuran a sus hijos por amor, no porque alguien les tenga que pagar o porque sea un mero compromiso. Aquí es donde entra la entrega, la donación. El amor, así como la maternidad, no deberían ser vistos como la realización de sacrificios, porque el amor no es sacrificio, es donación. Los sacrificios no siempre se hacen a voluntad, a veces es sólo por un compromiso social; en cambio, la maternidad es una donación y, siendo así, ésta se lleva a cabo por voluntad propia, se ama a los hijos por elección, que tiene más valor que hacerlo por obligación. Y esta es una elección que se renueva todos los días y en cada momento. Es claro que las madres tienen derecho a un descanso físico, pero no se debería pensar que necesitan descansar de ser madres, porque cuando una mujer da a luz, es madre hasta el último de sus días, y aún después, seguro que ellas siguen intercediendo por sus hijos.

No dejemos que el mundo nos contamine con ideas que sugieren una especie de “revelación” y que invitan a que las mujeres se manifiesten en contra del trabajo que implica ser madres. Que no nos hagan pensar que la entrega de amor es un trabajo obligado y que no vale la pena. Ante las ideologías del mundo, es necesario que, como católicos, busquemos remar contracorriente para devolverle a la maternidad el lugar que merece. Cabe mencionar que, si una mujer (católica) soltera (que ya ha discernido su vocación), quiere tener un noviazgo es porque quiere casarse y, por lo tanto, quiere formar una familia. Si en la mente de una mujer no cabe la idea de tener hijos, entonces habría que pensar si realmente quiere tener un noviazgo, ya que la vocación siempre debe de dar frutos, de otro modo, puede quedar estéril. Incluso las mujeres solteras y consagradas pueden ser y deben ser madres, ya que la maternidad espiritual es un servicio que también se ofrece a Dios por el bien de las almas.

Ahora más que nunca necesitamos que las mujeres de fe vivan la maternidad plenamente, con entrega. Esta vocación no debe convertirse en algo que pese, claro que habrá cansancio muchas veces, pero no debe pesar, porque las mujeres deben estar conscientes de que están llevando a cabo una encomienda especial de parte de Dios. En este punto puedo afirmar que son afortunadas las mujeres que son amas de casa, porque pueden velar por sus hijos más tiempo, por lo que hay que valorar la enorme donación de todas las madres que se dedican a sus hijos en todo momento.

Finalmente, recordemos que la maternidad es algo que únicamente una mujer puede llevar a cabo, porque las mujeres tienen una delicadeza, generosidad, comprensión y entrega especial, cortesía del Señor que, en Su infinita sabiduría, nos hizo a hombres y mujeres diferentes, pero complementarios. Ningún hombre podría tomar el papel de una mujer, a diferencia de lo que dictan las ideologías.

Festejamos el día de las madres en agradecimiento a la entrega de todas aquellas mujeres que viven su vocación plenamente y porque el papel de una madre es único en el mundo, tanto que hasta el mismo Dios quiso tener una Madre. Nunca olvidemos que María siempre va detrás de nosotros como una madre que camina detrás de sus hijos para cuidar que no tropiecen, porque una madre no puede no pensar en sus hijos y María es la reina de todas las madres.

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