¿Por qué tener un santo patrono?


 

Hoy la Iglesia celebra la Solemnidad de Todos los Santos, día en que recordamos a todos aquellos que ya gozan de la presencia de Dios, sean santos reconocidos o no. Recordemos que los santos son nuestros intercesores ante el Padre y no sólo eso, sino que su ejemplo y testimonio de vida nos ayudan en nuestro camino de fe. Al ver cómo los santos amaban a la Virgen, a la Eucaristía, y cómo entregaron su vida entera a Jesús, a nosotros nos puede animar su testimonio para imitarlos y para ayudarnos a entender hasta dónde puede llegar un corazón que se abre a la acción de Dios en su vida.

Es triste reconocer que, hoy en día, muchos católicos desconocen la importancia de los santos para nuestra fe y apenas reconocen el nombre o la historia de unos cuántos. Ya sea por la infiltración del protestantismo, por falta de formación o por falta de interés, muchos miembros de la Iglesia dejan de lado la importancia de tener un santo patrono. Ya no es muy visto que una persona tenga presente el día de su santo patrono, que se acuerde de pedir su intercesión ni que profundice en la vida de algunos de ellos. Observando las mismas Iglesias podemos notar que muchas de ellas han cambiado las imágenes y los cuadros de los santos por muros lisos que poco nos ayudarán a tener presente la comunión de los santos.

Una de las razones por las que es importante que todos los católicos tengamos un santo patrono es porque cuando rezamos el Credo decimos: «Creo en la comunión de los santos», por lo que proclamamos, como parte de nuestra fe, que estamos unidos en Cristo no sólo a los católicos de la Iglesia militante, sino a toda la Iglesia Triunfante. Es importante mencionar que, cada vez que pedimos la intercesión de los santos, no estamos pidiendo a un santo «milagroso», porque sabemos que ellos no hacen milagros, pero sí pueden ayudarnos a alcanzar un milagro de Dios, ya que ellos están unidos a Él para la eternidad y, al invocarlos, hacemos efectiva la proclamación de fe que hacemos cada domingo. La oración a los santos no sustituye la oración directa con Dios, sin embargo, en Su infinita bondad, el Señor ha querido hacernos a todos partícipes de los beneficios espirituales.  

Hay católicos que desplazan a los santos y que ignoran los beneficios espirituales que nos pueden traer; sin embargo, en la Palabra de Dios también se menciona a los santos, como es el ejemplo del pasaje del Apocalipsis (8,3-4):

«Vino otro ángel y se quedó en pie junto al altar con un incensario de oro. Le entregaron muchos perfumes para que los ofreciera, con las oraciones de todos los santos, sobre el altar [...] Y ascendió el humo de los perfumes, con las oraciones de los santos, desde la mano del ángel hasta la presencia de Dios».

De modo que los santos, personalmente, le presentan nuestras peticiones a Dios; además, los santos no sólo piden por nosotros, sino que pueden pedir con nosotros, de tal forma que podemos pedirle a San Pío de Pietrelcina que rece con nosotros el Santo Rosario o, mejor aún, que nos enseñe a rezar con más fervor. Otro ejemplo nos lo da San Pablo en la Primera Carta a Timoteo (2,1-3): «Por eso te encarezco ante todo que se hagan súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres», recalcando que «todo ello es bueno y agradable ante Dios». Esto último no es más que intercesión de unos por otros alentada por San Pablo. Dice Santiago apóstol en su carta (5,16) que «la oración fervorosa del justo puede mucho» y, ¿qué persona hay más justa que un santo? Por tanto, la intercesión de los santos es totalmente bíblica y es lo que nos enseña nuestra Madre Iglesia.

Asimismo, en el Catecismo de la Iglesia Católica podemos encontrar también referencias a los santos:

«Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores». (828)

Otra razón para tener un santo patrono es porque nos ayudan a imitar las virtudes necesarias para alcanzar la santidad y esto se puede lograr al sentirnos identificados con ellos. ¿Quién no se ha identificado con la conversión de San Agustín, que pasó de tener una vida desenfrenada a ser Doctor de la Iglesia? ¿O qué tal el testimonio de vida de Santa María Magdalena, que pasó de tener siete demonios a ser el primer testigo de la resurrección de Jesús? Así podemos hacer una enorme lista de santos en los cuales nos podemos ver reflejados; y es precisamente esa valentía, de vencer su humanidad para rendirse ante Dios, la que admiramos de ellos. Los santos no fueron superhéroes, sino personas normales que supieron optar por lo más importante. Realmente ayuda mucho ver a los santos desde su humanidad hasta su proceso de conversión, porque si ellos pudieron, nosotros también podemos.

Además de identificarnos con el testimonio de los santos, ellos nos alientan a aceptar los sacrificios y tribulaciones por amor a Dios, para ofrecérselas por nuestra conversión y la de los demás. Sabemos que, en el camino de la fe, nada es sencillo y los problemas no desaparecen, por el contrario, a veces parecieran multiplicarse. La mayoría de los santos soportó martirios y enfermedades que los desgastaron totalmente, pero su fortaleza espiritual fue más grande que su dolor físico, puesto que supieron unir su dolor a la Cruz de Jesús. Ellos no sabían el propósito exacto de su sufrimiento, pero sí sabían que todo era voluntad de Dios y vivieron abrazándola. Es necesario saber que la santidad también se prueba en el dolor y el sufrimiento.

Una vez que conocemos la importancia de los santos en nuestra vida, ¿cómo elegir un santo patrón?

Si me preguntan a qué santo nos debemos encomendar primero, respondería que a la Santísima Virgen María, ya que sin ella nuestra vida de fe simplemente estaría incompleta. El Santo Rosario debe ser nuestra oración diaria. Después de ella, el santo más importante es, sin duda, San José, patrono universal de la Iglesia. Nuestra devoción necesariamente debe incluir a María y a José.


Después, es conveniente que manifestemos en la oración a Dios nuestro deseo de tener un santo intercesor para que Él nos ilumine y nos lo dé a conocer. Sin limitarnos en el número de santos intercesores, podemos investigar el santo que se celebra el día de nuestro nacimiento, puesto que nos podemos encomendar a ellos especialmente al mismo tiempo que celebramos.

También conviene investigar quién o quiénes son los santos patronos de nuestra profesión: así es, hay santos patronos de la medicina (San Lucas evangelista, San Cosme y San Damián, San Giuseppe Moscati, etc.), de los abogados (San Ivo), de los maestros (San José de Calasanz, San Juan Bautista de la Salle, etc.), de los ingenieros (San Benito), de los arquitectos (Santo Tomás apóstol) y de casi cualquier profesión. Encomendarnos al santo patrono de nuestra profesión nos puede ayudar a desempeñarla de un mejor modo y a ofrecer a Dios nuestro trabajo.

Otra idea es investigar el santo patrono del que llevamos el nombre. Muchas veces no sabemos que existe un santo con nuestro nombre, o bien, no nos hemos dado a la tarea de leer sobre ellos; nos sorprenderíamos al leer la vida de nuestro santo patrono por nombre y seguramente nos inspiraría su vida para imitar sus virtudes. Hay muchos santos con nombres comunes e incluso de algunos hay hasta más de uno o dos, tal es el ejemplo del nombre «Teresa», ya que tenemos a grandes santas que llevan el mismo nombre: Santa Teresita de Jesús, Santa Teresa de Ávila, Santa Teresa de Calcuta, etc.). Otro ejemplo es el nombre de «Luis», de quien hay al menos ocho santos y muchos beatos.  

También hay santos patronos de causas, situaciones y vocaciones particulares. ¿La patrona de las embarazadas? Santa Gianna Beretta Mola. ¿El patrono de los estudiantes? San José de Cupertino. ¿Patrona de las amas de casa? Santa Marta de Betania. ¿El patrono de los enfermos? San Camilo de Lelis. Como puedes ver, hay santos de muchas causas y seguro que podemos pedir la intercesión de más de uno.

Además, siempre podemos leer la vida de cualquier otro santo que nos llame la atención, ya sea por sus virtudes, su testimonio, su perseverancia o su historia de conversión. Es necesario que todos los católicos conozcamos la vida de nuestros santos, porque es parte de nuestra formación y vida espiritual. Mientras más santos conozcamos, más ejemplos de vida tendremos a seguir y más intercesores tendremos en el cielo. Sería una buena idea que cada cierto tiempo (cada mes, por ejemplo) nos demos a la tarea de investigar y leer la vida de un santo, para así encomendarnos a ellos y seguir su ejemplo de vida durante ese tiempo.

Puedo concluir recordando que la muerte no es causa de que se rompan los lazos que nos unen a los cristianos, sino que, por el contrario, nos mantenemos unidos por la gracia que Jesús nos alcanzó en Su resurrección. Es nuestro deber mantener la enseñanza de nuestra Iglesia a través de una devoción sana y profunda, claramente sin idolatrías. Tener un santo patrono no nos asegura una victoria en todas las batallas, pero sí que tendremos intercesores pidiendo por nosotros. No dejemos ir la oportunidad de tener amigos santos, amigos en el cielo, para vivir la comunión de los santos y que así un día podamos unirnos a ellos.

 

 

Comunión de los Santos. —¿Cómo te lo diría? —¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los Santos para el alma.

- San Josemaría Escrivá de Balaguer

 


Anexo un enlace para que puedas investigar los santos patronos que llevan tu nombre:

https://www.santopedia.com/

Y otro más para que encuentres el santo patrono de tu profesión:

https://es.churchpop.com/2018/07/27/santos-todos-conoce-a-encomendarte-segun-profesion/

 

 

Comentarios